Hace ya unos días, nuestro periplo en autobús por las periferias londinenses nos condujo a Robin Hoods Gardens. Con un cierto halo de intriga, ya que no sabíamos si los edificios que Alison y Peter Smithson habían diseñado a finales de los años 60 y terminado en 1972 habían sido o no demolidos. Los últimos intentos por catalogar este complejo de 217 viviendas, con la cooperación de Richard Rogers o Zaha Hadid entre otros, han resultado finalmente infructuosos, y se ha puesto en marcha un plan que contempla la demolición completa de los dos bloques lineales para construir, en su lugar, un nuevo conjunto de torres y bloques altos, de diseño ciertamente anodino, que seguirán la senda trazada en el East End por las actuaciones que surgen al albur del nuevo downtown londinense en Canary Wharf, tan cercano a Robin Hood Gardens.
3º de Arquitectura EInA UZ en “Robin Hood Gardens”, Londres. Febrero, 2012.
“Robin Hood Gardens”, Londres. Vista general.
“Robin Hood Gardens”. A. y P. Smithson, (1972). Sección transversal y planta del conjunto.
Pero cuando llegamos, ahí estaban todavía. Y nos apresuramos a subir a la colina que se emplaza entre los dos bloques, el del Este, de 10 plantas, y el del Oeste, de 7, ciertamente significados por los estratos horizontales de tres niveles, que señalan la disposición de unas viviendas que tienen acceso desde los corredores abiertos de las fachadas posteriores. Las viviendas se resuelven en dos niveles, la del acceso desde el corredor y la planta superior o la inferior, alternativamente.
Realmente, cuando entramos, nos embargó una doble sensación: por un lado, la de saber que estábamos ante una actuación largamente aplaudida como una revisión acertada de los postulados y edificios de vivienda en bloque del movimiento moderno. Y por otra parte, la de reconocer con claridad la decrepitud de unos edificios que estaban en los últimos días de sus vidas. Decidimos subir a los corredores del bloque Este, por sus hoy sucias y pestilentes escaleras. Esas galerías que pretendían ser “calles en el cielo”, son corredores de cierta sordidez en algunos tramos, que contrasta con la calidad espacial y la generosidad de luz y vistas del interior de las viviendas.
Volvimos al espacio central, donde el proyecto manifiesta su principal virtud. La tensión espacial entre los dos bloques tiene su contrapunto mágico en la dimensión y posición de la colina que, dispuesta en el centro de la intervención, establece cierta separación entre los dos bloques, ya que corta las visuales de las plantas bajas. Pero a la vez conforma un elemento rotundo de conexión topográfica en el conjunto. Respecto a este elemento prominente, las dos piezas laterales se deslizan, giran, se miran, se comprimen o se abren, en un gesto elegante que supera con creces los planteamientos de mera repetición de objetos dispuestos en paralelo de la mayoría de los laureados proyectos residenciales de la década de los años 60, con impronta de modernidad. La traza quebrada de los bloques minimiza el efecto de megaestructura urbana, y dulcifica la rigidez del modulo compositivo y el color espartano de las fachadas.
Y a pesar de estos méritos indudables en el proyecto urbano y en la resolución del programa residencial la cualidad fantasmagórica del complejo nos vuelve a la pregunta clave: ¿qué ha fallado? ¿qué, de esta arquitectura, no deberíamos repetir? Quizá Alison y Peter pusieron un énfasis, más teórico que práctico, en hacer “calle” en los corredores superiores, y se desentendieron de los espacios de relación en la base de los edificios. La resolución de las plantas bajas, con viviendas y unas simples cercas que separan sus jardines privados, no es una solución adecuada en espacios comunitarios de semejante densidad. Los recorridos en los corredores son largos, y, a la vez, reducen la necesaria intimidad en las viviendas. Sin embargo, todas estas cuestiones de carácter arquitectónico podrían haber sido subsanadas mediante las oportunas actuaciones de reforma de unos edificios que por su dimensión, por su expresividad, y por el tamaño y disposición de sus viviendas, tienen un gran margen de actuación.
Por eso, la causa del deterioro (físico, pero también de la comunidad social) del complejo, que ha desatado la decisión de demolición de estos edificios, no debemos buscarla en la propuesta arquitectónica de Alison y Peter, que tiene importantes aportaciones. Reside a mi juicio en determinados intereses especulativos que tratan de forzar una fulminante expulsión de una población inmigrante que tiene difícil encaje en el planteamiento actual de mero negocio inmobiliario. Cuestión ésta que, a la vista de la figura que representan los Smithson en la historiografía del urbanismo en el siglo XX, sorprende, si cabe aun más, en un país como Inglaterra, con una loable tradición conservacionista, al menos hasta hace unas décadas.
“El mundo de Robin Hood Gardens”. Composición fotográfica: PdlC
“Economist Buildings ”, St. James St., Londres, A. y P. Smithson, (1962-64). Planta.
Por todo ello, vaya desde aquí mi homenaje al “mundo de Robin Hood Gardens”, que lamentablemente tiene los días contados. Y por si sirve de algo, como consuelo, siempre nos quedará el magnífico conjunto urbano de The Economist, que unos pocos años antes habían terminado los Smithson en St. James Street , también en Londres. Allí, Peter y Alison bordan un programa de distintas funciones y requerimientos, con una exitosa resolución de secuencias y tránsitos urbanos mediante una delicada selección de arquitecturas de tamaño y gesto diverso, con chaflanes que dialogan y construyen un lugar de gran intensidad urbana. El espacio entre edificios está sujeto a una tensión espacial que conmueve y provoca su recorrido y deleite, con una sensación que no se tiene todos los días. No os lo perdáis y si estáis a tiempo, daros también una vuelta por Robin Hood Gardens, antes de que sea demasiado tarde.
Pablo de la Cal
3º de Arquitectura EInA UZ en “Economist Buildings”, Londres. Febrero, 2012.