viernes, 29 de marzo de 2019

Urbanismo 3: Visita a Tarazona


Una vez expuesta la primera fase del ejercicio de taller de Urbanismo 3 “Planeamiento urbanístico”, el pasado 18 de marzo realizamos una visita a la ciudad objeto de nuestro estudio: Tarazona.

La semana anterior habíamos presentado en clase los análisis realizados por grupos. Durante unas semanas hemos estado analizando el Plan General de Ordenación Urbana de Tarazona (el vigente y el documento de su revisión, que ya cuenta con aprobación inicial), y también hemos estudiado la ciudad de Tarazona en su conjunto, tratando de entender las claves sobre su historia y su construcción urbana. En esta visita a la ciudad, llevábamos encima los trabajos realizados, a modo de cuaderno de notas de nuestras impresiones. Las diferentes propuestas –de cierre, de renovación y reestructuración urbana, de conexión o de dinamización- se montaron en el autobús que nos esperaba en el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza y bajaron en la Plaza San Francisco de Tarazona.

A través de las calles de la antigua Judería, donde comprobamos que se concentraba el comercio, accedimos a la plaza de España en la que se sitúa la Casa Consistorial, un excepcional edificio de portada renacentista.

Hasta que se hizo la hora del encuentro que íbamos a tener en el interior nos separamos aprovechando para, entre otras cosas, visitar la oficina de turismo. Allí nos informaron de la importante oferta cultural y natural de la ciudad y sus alrededores, nos dieron planos distintos a los que habíamos dibujado y nos hablaron de la peatonalización de la plaza de España, cuyas obras empezaban ese mismo día, y de la renovación del paseo Fueros de Aragón.

Ya en el salón de Plenos del Ayuntamiento, tras una breve presentación por parte de Pablo de la Cal, profesor de la asignatura, el encargado de darnos la bienvenida fue Luis José Arrechea, concejal de Urbanismo, quien nos animó a trabajar con la mayor intensidad dada la importancia de Tarazona y el cariño que le atesoraba. En segundo lugar fue el turno de César García de Leániz, geógrafo y miembro del equipo redactor de la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Tarazona, que nos dio una muestra de la verdadera complejidad que conlleva realizar un PGOU. Los últimos pero acertadísimos comentarios fueron realizados por Marianela Álava, arquitecta municipal, que incidió en los aspectos que creía más interesantes y urgentes.

En nuestro turno de preguntas nuestro compañero Miguel Barriendos se refirió a la posibilidad de plantear un corredor verde que uniera el Parque de La estación con el Parque Pradiel y posteriormente fue Andrés Fernández-Ges, profesor de la asignatura, quien esbozó las líneas que estaban siguiendo los trabajos para una primera valoración por parte del equipo técnico, que nos transmitió la dificultad y laboriosidad que íbamos a encontrarnos, no sin dejar de animarnos a llevarlo a cabo. Tras la intervención de nuestros profesores y con un sonoro aplauso dimos por terminado el encuentro y nos dirigimos a la Catedral de Santa María de la Huerta, donde nos esperaba Lola Zueco para realizar una visita guiada por la misma.

Empezamos por el interior del claustro con una breve reseña histórica acerca de la construcción de la obra a la que siguió conocer cómo habían sido las sucesivas restauraciones que había sufrido la catedral, y digo sufrido porque alguna resultó ser más perjudicial que beneficiosa para su estructura. Conforme paseábamos por el claustro Lola nos iba comentando aspectos relevantes apoyando su discurso en los paneles que ahí se encontraban expuestos y en las propias muestras que encontrábamos al mirar los muros, de los que sobresalían los tirantes que se habían añadido años atrás. Tras pasar a la zona abierta del claustro la guía nos llevó a visitar la parte superior de la catedral.



Lola Zueco nos enseñó los criterios seguidos para la restauración en arbotantes y contrafuertes haciéndose oír por encima del cierzo que nos azotaba y después subimos a la parte superior de la catedral. Allí observamos cómo convivían la construcción antigua con las instalaciones actuales y subimos a la parte alta del cimborrio, pudiendo admirar una interesante panorámica de la ciudad que nos permitió entenderla un poco mejor. Con la vista reciente en la retina nos despedimos de Lola y nos separamos para comer y visitar Tarazona, encontrándonos más tarde en la misma plaza San Francisco en la que nos había dejado el autobús.

Algunos de nosotros fuimos a comer a un restaurante que conocía un compañero con casa en Tarazona y aprovechamos la comida para escuchar comentarios en contra de lo que se estaban alargando las obras en el Paseo Fueros de Aragón, pero a favor de que se hicieran y mejorasen esa vía; escuchando también se hace ciudad. Cuando acabamos nos dirigimos a la zona oeste de la ciudad, la que nos interesaba visitar.

Recorrimos el paseo del río Queiles, observando esas obras de las que habíamos oído hablar en la comida, y el negocio que se concentra en esa zona, y llegamos hasta el Parque Pradiel; una amplia zona verde con juegos y zonas de descanso que estaba vacía, quizá por las horas. Seguimos caminando hasta alcanzar el nacedero de San Juan y empezar a subir por la calle Crucifijo; una empinada rampa que serpentea hasta alcanzar la zona oeste del barrio de El Cinto.

Antes de penetrar en el barrio observamos cómo la elevación del terreno permitía dominar toda la antigua zona de huertas y la expansión hacia el sur de la ciudad, distinguiendo los crecimientos residenciales producidos y zonas que conocíamos y que habíamos trabajado en el análisis.



En el interior del Casco observamos los frecuentes cambios de altura que se producían en las calles, su estrechez y cercanía a las viviendas, en su mayoría en un estado merecedor de una restauración, además de la falta de espacios de reunión libres, ya que aquellos ligeramente amplios eran usados a discriminación como zona de aparcamiento. Nos llamó la atención la falta de vegetación y de color en una zona en la que, quizá de nuevo por las horas, apenas había personas y las que veíamos eran mayores que con paciencia subían las cuestas.




Llegamos a la parte norte de la zona y quedamos muy sorprendidos por la desconexión, debido a la altura, que había entre donde nos encontrábamos y tres metros más delante de las vallas. Sí, El Cinto dominaba también la parte norte pero preveíamos muy difícil la conexión con esa parte de la ciudad.

Como ya se acercaba la hora de marcharnos empezamos a descender por calles de configuración muy similar, algunas de ellas resueltas con amplios escalones, hasta llegar a la iglesia de la Magdalena. En este punto giramos para visitar la zona donde el PGOU prevé construir, en un solar de difícil acceso, un gran aparcamiento conectado mediante escaleras mecánicas y ascensor a la zona superior.


Queríamos terminar bajando las escaleras frente al Palacio Episcopal y visitamos la plaza, también con coches aparcados, que nos conectó con el enésimo espacio libre con difícil conexión y que no nos invitaba a permanecer en él, porque lo percibimos en ese momento como un lugar frío e incómodo.



Llegamos al parque de la ribera del Queiles y pudimos apreciar con claridad la diferencia de actividad entre una zona y otra. Una vez en este espacio amplio, en contraste con las zonas interiores antes descritas, apreciamos mucha más gente, actividad y dinamismo que daban, en otras palabras, más vida al entorno. Como no queríamos irnos sin visitar el interior de la Plaza de toros vieja llegamos cinco minutos tarde por poder verla, pero mereció la pena aunque apenas pasáramos allí más de medio minuto.
Montamos en el autobús que ya nos esperaba y empezamos el camino de vuelta hacia Zaragoza, donde al llegar algunos nos quedamos juntos merendando hablando de la visita, lo acertado, o no, de nuestros análisis y lo oportuna que había sido la jornada.


Pedro Torres Domingo. Alumno Urbanismo 3. 29.03.2019.

Nota: podeis ver la noticia en TV de la sesión en el Ayuntamiento:  https://www.youtube.com/watch?v=-2Oeg2-qwEU

sábado, 9 de marzo de 2019

Exposición Nuevas miradas y exploraciones urbanas

El próximo jueves 14 de marzo, a las 12:00, se inaugura la exposición Nuevas miradas y exploraciones urbanas. Zaragoza 1968-2018. Se trata de una actividad vinculada al II Congreso ISUF-H “Ciudad y formas urbanas. Perspectivas transversales", que tuvo lugar en la Universidad de Zaragoza, en septiembre de 2018. Un avance de la misma puedo verse primero en el Palacio de Congresos y después en el Colegio de Arquitectos de Aragón. Ahora se añaden nuevos paneles, se ha publicado el catálogo (Prensas de la Universidad de Zaragoza) y permanecerá durante dos meses en el hall del edificio Betancourt de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura. En el coloquio intervendrán los responsables de la exposición, además de representantes del ayuntamiento y vecinos interesados en los planes de barrio.


Información anterior sobre el congreso ISUF-H:

viernes, 1 de marzo de 2019

ZARCH 13 Las huellas de lo efímero

La revista ZARCH ha abierto una nueva convocatoria de artículos para su número 13 que se publicará en diciembre de 2019. El plazo para presentar nuevos artículos para este número, que tendrá como tema "Las huellas de lo efímero", termina el 7 de junio. Desde aquí os invitamos a todos los interesados en este tema en aprovechar este plazo, y poder participar en la revista. 

Las huellas de lo efímero

«La Modernidad significa lo efímero, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte en que la otra mitad es lo eterno y lo inmutable».
Charles Baudelaire, “La modernidad”, en El pintor de la vida moderna (1863)

En su presentación de la modernidad, Baudelaire concibe la belleza imperecedera asociada a los monumentos en paralelo a la belleza efímera de la ciudad de la era industrial. A pesar del tiempo transcurrido, y aunque la arquitectura efímera siempre ha acompañado a la duradera y ‘permanente’, lo cierto es que en la historiografía arquitectónica y urbanística convencional todavía no se presta una atención suficiente a la primera, relegándola a una posición menor.

Sin embargo, tanto en el campo de la arquitectura como en el del urbanismo o de los estudios culturales, se están desarrollando importantes investigaciones sobre la naturaleza, el papel y las trazas de lo efímero. Obviamente, no nos referimos tan sólo a las huellas ‘físicas’ de las construcciones temporales sino también a los legados intangibles que permanecen en el paisaje cultural y en el imaginario de nuestra sociedad, nuestra arquitectura y nuestras ciudades.

Una de las aspiraciones tradicionales de la arquitectura y el urbanismo es la de la intemporalidad, la permanencia, la obsesión por la eternidad (Aaron Betsky). Pero también es cierto que la buena arquitectura, tanto la culta como la popular, es aquella que ha sabido adaptarse a su tiempo, comprender lo que en alemán se define como Zeitgeist, el ‘espíritu del tiempo’. Las arquitecturas efímeras siempre han sido un reflejo de su contexto histórico: desde la Antigüedad, pasando por el Barroco o la Modernidad, hasta la actualidad. Se ha escrito mucho sobre la arquitectura ‘ocasional’ asociada a celebraciones públicas, actos religiosos, escenografías políticas o cinematográficas, festivales, mercados temporales, viviendas nómadas, arquitectura de emergencia en el contexto de las catástrofes naturales o los conflictos bélicos, etc. Pero el campo de lo efímero va más allá, sobre todo cuando se asiste a la proliferación de las arquitecturas provisionales, desde las asociadas a los grandes eventos de la era de la modernidad -como los Juegos Olímpicos, las Exposiciones Internacionales o los campeonatos de fútbol- hasta las que tienen que ver con las capitales culturales (John Gold). Por otro lado, muchas de esas arquitecturas pueden convertirse en permanentes, aunque a veces no es fácil distinguir entre las que fueron proyectadas como contenedores efímeros y las concebidas con voluntad de permanencia. En cierto modo, la diferencia entre estructuras temporales y permanentes es, cada vez más, sólo una cuestión de tiempo (Robert Kronenburg). Por todo ello, parece razonable preguntarse por la naturaleza y calidad de lo efímero en la historia, en la actualidad y, por qué no, en el futuro de nuestras ciudades.



Es un lugar común oponer la arquitectura de la ‘ciudad ordinaria’ (duradera) a la de la ‘ciudad extraordinaria’ (efímera) que se manifiesta con los grandes o pequeños eventos. Pero también se puede argumentar que precisamente es lo que ocurre en esa ciudad de los momentos excepcionales lo que hace que la vida urbana sea vital (Schuster). Celebraciones o eventos de todo tipo permiten experimentar otras formas de arquitectura y urbanismo que, a menudo, se convierten en paradigmas de cada momento histórico y cultural, como es el caso de los Serpentine Pavilions en Londres.

Algunas de las mejores muestras de arquitectura y urbanismo han ido asociadas a eventos temporales. Los Juegos Olímpicos y las Exposiciones Internacionales son seguramente los más conocidos. No son pocos los pabellones de exposición que se han convertido en piezas clave de la historia de la arquitectura, como el Pabellón de Cristal de Bruno Taut en Colonia (1914), el de L’Esprit Nouveau de Le Corbusier en París (1925) o el de Alemania en Barcelona de Mies van der Rohe (1929), pasando por el Patio & Pavilion de Alison y Peter Smithson (1956), el Pabellón Philips de Le Corbusier en Bruselas (1958) o el Pabellón de España en Nueva York de Javier Carvajal (1964), hasta llegar a los más recientes, como el de Portugal en Lisboa de Álvaro Siza (1998), el de Suiza en Hannover de Peter Zumthor (2000) o el Blur Building en Neuchâtel de Diller & Scofidio (2002), por citar sólo algunos.

Los pabellones de exposición poseen unas características muy singulares que les permiten tornar su aparente fragilidad en fortaleza. Su carácter efímero, su gran libertad programática y su origen en concursos de arquitectura son oportunidades que favorecen su entendimiento como verdaderos laboratorios arquitectónicos y urbanos. Por otro lado, muchos de esos eventos responden a estrategias para impulsar y catalizar operaciones de gran calado en las ciudades que los acogen. El impacto de los proyectos vinculados a eventos olímpicos y exposiciones internacionales está demostrado. No se entienden las transformaciones urbanas de París sin tener en cuenta el impacto de sus sucesivas exposiciones, así como el que tuvieron en la consolidación de los focos culturales de Londres, la apertura al mar de Barcelona del 92 o las mutaciones asociadas a la Exposición de Sevilla ese mismo año, en Lisboa 1998 o en Zaragoza 2008 (Expo Cities - Urban Change BIE 2018).


Las estrategias de ordenación de las piezas urbanas constituidas por los conjuntos expositivos y los equipamientos deportivos y culturales corresponden a visiones y paradigmas de la cultura urbanística internacional del momento. Y no sólo como ‘reflejo’ o traducción mecánica de los principios de cada periodo histórico, sino como avances o ‘forerunners’ de lo que viene después (Stephen Ward). Si bien es cierto que también se asiste a la proliferación de lo que Daniel Boorstin llama los ‘pesudoeventos’, creados y estructurados por los medios de comunicación frente a los eventos ‘espontáneos’, ‘festival markets’, etc. Se trata de propuestas ‘menos auténticas’ que tienen que ver con las estrategias de competición entre ciudades asociadas a la globalización (David Harvey).

Decía Alejandro de la Sota que el legado de la arquitectura moderna no es tanto el de las huellas físicas como el de las ideas, una afirmación que, con toda seguridad, es extensible más allá de los límites de la modernidad. El presente número de la revista ZARCH, que lleva por título “Las huellas de lo efímero”, pretende recoger esas huellas cristalizadas en ideas, reivindicando su capacidad para traspasar la realidad física del hecho arquitectónico o urbanístico y trascender el tiempo, trasladándonos más allá de la inmediatez de su existencia y alcanzando la inmortalidad entre generaciones venideras.

Múltiples cuestiones se prestan a la reflexión y pueden tener cabida en este número 13 de ZARCH. Todas ellas deberían favorecer un debate más amplio para entender el valor y potencial de lo efímero, así como la naturaleza de los eventos temporales y su capacidad para producir cambios relevantes y duraderos en la arquitectura y las formas urbanas de nuestras ciudades.



Javier Monclús, Enrique Jerez (eds.)