Aquí van algunas ideas de síntesis y reflexión tras nuestro viaje de estudios a Berlín (febrero 2011)
0. Departamento del Senado para el desarrollo urbano. Foto CD |
Berlín: dicotomía de una ciudad
Carmen Díez Medina
Carmen Díez Medina
Cada vez que regreso a Berlín, una de las primeras sensaciones que me invade es la de estar en una ciudad que forcejea consigo misma para controlar dos impulsos de signo contrario: el que le hace anhelar una y otra vez la integridad, la voluntad de unidad, y el que tiende a la disgregación en fragmentos con entidad propia. Ambas querencias han ido conquistando victorias sucesivas, a lo largo de su historia, en una pugna sin tregua.
Quizá este eterno combate entre la disgregación y la cohesión sea atribuible al propio genius loci de la ciudad, considerando que el origen de ésta se debió a la decisión de constituir, a principios del s. XIII, un único centro urbano fundiendo los dos núcleos que separaba el río Spree, Cölln y Berlín. De este modo pudo pasar, por primera vez en el proceso de particular metamorfosis al que se vería abocada desde aquel momento la ciudad, de realidad dual a unidad cohesionada, situación en la que se mantuvo durante todo el s. XVII en razonable coherencia con los principios de la política absolutista (fig. 1 y 2). 1. J. G. Memhardt. Plano de Berlín y Cölln, 1650
2. J. B. Schultz. Plano de Berlín, 1688
Sin embargo, ya a comienzos del s. XVIII Berlín, debido a un considerable aumento de la población que favoreció su crecimiento, se había fragmentado de nuevo, convirtiéndose en un racimo de seis comunidades (¡vuelven a disgregarse Berlín y Cölln y aparecen la Dorotheenstadt, el Friedrichswerder, la Friedrichstadt y la Königstadt), independientes entre sí aunque miembros de una federación urbana sometida al gobierno de un único soberano. Naturalmente, la política expansionista del primer rey prusiano, Federico I, contribuyó a activar e impulsar este acentuado desarrollo (fig. 3).
3. Planta de la residencia real, 1789El trazado del escenográfico Rondell, rotonda con la que se conocía la Belle-Allianz Platz (hoy Mehring Platz) es, junto con el tridente que de él arranca, un gesto claro de búsqueda de unidad urbana propio del Barroco. Del mismo modo se pueden entender las otras dos plazas que, a modo de puerta, cierran la ampliación barroca hacia el oeste: la octogonal Leipziger Platz al final del eje de la Leipzigerstraβe y la cuadrada Pariser Platz que remata la avenida Unter den Linden. Estas tres geometrías configuraban un unitario decorado urbano, un claro límite al suroeste de la ciudad (fig. 3 y 4).
4. Rondell, grabado del s. XVIII Pero el verdadero interés por restaurar la unidad, esta vez bajo los principios de la cultura humanista, surge a partir de la derrota de Napoleón en Waterloo, a principios del s. XIX. Se puede considerar a Karl Friedrich Schinkel como el verdadero artífice de esa nueva ciudad erudita en la que Federico Guillermo III había reunido a intelectuales de la talla de Alexander y Wilhelm von Humboldt, Johann Gottfried Schadow, Christian Daniel Rauch y al propio Schinkel. Éste consiguió recomponer la fragmentada planta de Berlín a través de una delicada pero eficaz labor de encaje consistente en el diseño de una serie de “objetos arquitectónicos” con identidad propia que, al tiempo que daban forma a un atractivo foro cultural en el centro de la ciudad, conseguían cristalizar estructuras urbanas ya existentes. En su nuevo Berlín, Schinkel convierte a Cölln en la Isla del Palacio Real, que enlaza con el Altes Museum a través del Lustgarten; a su vez, conecta la avenida Unter den Linden a la isla por medio del Schlossbrücke; la Bauakademie y la Friedrichswerdersche Kirche crean una plaza que dialoga con el espacio abierto que, al otro lado del río, se abría en la parte posterior del palacio; por su parte, volcada hacia la avenida Unter den Linden, la Neue Wache es capaz de dar vida, aún con su pequeña escala, a un sugerente espacio urbano, casi un vacío, entre la Zeughaus -el edificio más antiguo de la avenida- y la Humboldt Universität; la apertura de la plaza de la Ópera, foco del Forum Fridericianum (hoy Bebelplatz), recompondría más tarde el equilibrio compositivo al otro lado de Unter den Linden; finalmente, un poco más al suroeste la Schausspielhaus pone el broche final a la contundente escenografía de la plaza del Gendarmenmarkt al erigirse en posición central, en el espacio que ocupaba el antiguo edificio de la Französische Komödienhaus de Johann Boumann, en el corazón de la Friedrichstadt. Aún hoy, el atento visitante que desde la isla se asoma a la enfilada de Unter den Linden queda inevitablemente persuadido por el sutil diagrama con el que Schinkel consiguió articular la dispersa estructura urbana (fig. 5).
5. W. Liebenow. Plano de Berlín, 1867
El plan Hobrecht de mediados del XIX -independientemente de la controvertida responsabilidad que se le atribuye respecto a la aparición de la especulación y del consecuente episodio de las inhumanas Mietkasernen- planteaba un trazado urbano que abrazaba el centro histórico mediante una sucesión de calles y plazas en forma de anillos concéntricos. De nuevo se percibe una indiscutible voluntad de unidad en ese intento de regularizar y contener el tejido urbano (fig. 6).
6. El Plan Hobrecht para Berlín, 1862
En el periodo de entreguerras, el Berlín de Albert Speer hubiera generado, bajo la máscara de una retórica y monumental operación de unitario cosido, una gran herida abierta en la orgánica piel de la ciudad. Sin duda, podemos situar esta soñada intervención en las antípodas de la esmerada operación de sutura schinkeliana (fig. 7).
7. A. Speer. Eje norte-sur para Berlín, 1938 Al término de la II Guerra Mundial, Berlín vuelve dolorosamente a la dualidad de sus orígenes. La polaridad que el desgarro de la guerra origina queda evidenciada en dos intervenciones urbanísticas muy concretas:
- Como infraestructura cultural, el Kulturforum de Scharoun (con los edificios de la Philharmonie, la Neue Staatsgalerie, la National Bibliotek, etc.) surge como contrapunto occidental del oriental Forum Friedianum.
- Como infraestructura comercial, la Einkaufsmeile se consolida en el entorno del Ku’dam y del Tiergarten (con el Europa Center y la Gedächtniskirche), como réplica del foco urbano de la Alexanderplatz.
A su vez, dos importantes intervenciones urbanísticas de mediados de los cincuenta contribuyen también a acentuar esta irreconciliable polaridad al representar, de modo emblemático, dos idologías urbanas y arquitectónicas antagónicas que se convierten en objetos demostrativos de una determinada opción política:
- El Hansaviertel, como símbolo de la libertad y la democracia occidental, busca desenterrar el racionalismo de los años veinte, la redescubierta Carta de Atenas y el funcionalismo bauhasiano en el marco de la Interbau de 1957.
- La Stalinallee de Henselmann, como estandarte propagandístico de la nueva teoría del realismo socialista de la DDR, aspiraba por su parte a recuperar la tradición del clasicismo berlinés (los formatos de ventanas de la casa Feilner de Schinkel sirvieron como modelo a las propuestas arquitectónicas). Las similitudes retóricas con el trazado del Gran Eje de Speer son evidentes (fig. 8, 9).
8. Hansaviertel en el Berlín Oeste. Interbau 1957
9. E. Hartmann, Stalinallee en el Berlín Este. 1er premio en el concurso de 1951
La construcción del muro en 1961 sella definitivamente esta brecha que quiebra Berlín en dos ciudades, volviendo un destino fatal a hacer aflorar el recuerdo de sus duales orígenes medievales (fig. 10).
10. División de Berlín tras la construcción del muro, 1961En paralelo al Programa Nacional de Reconstrucción desarrollado en la zona Este, se van sucediendo algunas convocatorias de concursos en el Oeste presididos por actitudes que evolucionan de forma antagónica:
- las que ignoraban provocadoramente las estructuras urbanas históricas, haciendo tabula rasa incluso de sectores preservados después de la guerra, como se puede apreciar en la gran mayoría de las propuestas del concurso Berlin Hauptstadt de 1959 (por ejemplo, en el proyecto de Scharoun);
- las que intentaban recuperar nostálgicamente la morfología de la ciudad histórica, reparando la ciudad rota y reconstruyendo la destruida mediante la recuperación de su planta, de la geometría y de la imagen de la ciudad, como ocurrió en la Internationale Berlin Ausstellung (IBA) de I987 (fig. 11,12).
11. Hans Scharoun, dibujo para el concurso Berlin Hauptstadt
12. J. P. Keihues, planificación urbanística para la zona sur del Tiergarten y de la Friedrichstadt. IBA 1984-87
La caída del muro en 1989 vuelve a provocar un vuelco en esa dicotomía que ha presidido la historia de Berlín desde sus orígenes. Desde varios frentes se aborda una nueva labor: la de borrar las huellas de la gran cicatriz que había dejado el muro mediante una gran variedad de operaciones de sutura de diversa índole, entre ellas:
- la macla urbanística de la Potsdamer Platz: contrapunto de la Leipziger Platz y antesala del Kulturforum, actúa de embudo que ayuda a favorecer el flujo en ambos sentidos y a anular la huella de la cesura que dejó el muro.
- el contenido simbólico del Band des Bundes o de la Hauptbahnhof: los edificios gubernamentales y la estación central asumen una morfología de enormes grapas que cosen, literalmente, los desgarros sufridos por el tejido urbano.
- el testimonio de la memoria: la gran escultura de Eisenman, como una gran herida abierta cristalizada en un oscuro paisaje pétreo, mantiene vivo el recuerdo del holocausto en uno de los lugares más emblemáticos marcados por la huella del muro (fig. 13).
13. Maqueta de Berlín. Senado. Foto CD
En cualquier caso, a la vista de las intervenciones más recientes, cabe hacer una reflexión acerca de la arquitectura que ha hecho posible la consolidación de estas ambiciosas propuestas urbanas. Un paseo entre los imponentes edificios de la Potsdamer Platz y de sus alrededores, por ejemplo, nos lleva a preguntarnos qué es lo que le falta a esta arquitectura de impecable ejecución para conseguir emocionarnos como lo hacemos cuando nos adentramos en el vientre de la gran ballena de la Biblioteca de Scharoun, o cuando, guiados por nuestra mano, que recorre imantada los serpenteantes pasamanos de la Filarmónica, quedamos fascinados por las texturas, los colores y los convincentes espacios controlados por el talento del arquitecto que los ideó, o cuando penetramos en el extraordinario zócalo de apariencia monolítica sobre el que reposa la liviana Galería de Mies (fig. 14 y 15).
14-15. Hans Scharoun, Filarmónica. Foto CD Creo que sería necesario meditar con atención e intentar descubrir qué es lo que esta área, tan celebrada, tan esperada, tan visitada hoy, produzca cierta sensación de frialdad, de artificialidad, de intervención comercial. ¿Depende de la escala?, ¿de los edificios concretos?, ¿de los materiales?, ¿de la planificación general? No vendría mal dedicar un poco de esfuerzo a extraer algunas conclusiones críticas.
Por otro lado, estas intervenciones, entre otras muchas que aquí no se mencionan, han producido una singular agitación en el mapa de epicentros de la ciudad, desplazando focos de interés consolidados (Ku’damm, Gedächtniskirche) hacia nuevas áreas que han conquistado un gran protagonismo (Museumsinsel, Potsdamer Platz, Friedrichstraβe, Prenzlauer Berg, etc.). Desconocemos cuáles serán las próximas fuerzas que volverán a conducir a Berlín de nuevo hacia la inevitable dicotomía a la que parece estar abocada. Se puede intuir que el proyecto para el entorno de la Alexander Platz podría convertirse un vivo epicentro que desplazaría la atención de nuevo hacia el oeste. Aunque quizá esta vez triunfe en Berlín la voluntad de convertirse en una ciudad unitaria y la integridad acabe por imponerse…
Carmen Díez Medina
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