sábado, 23 de abril de 2011

Una aproximación a Barcelona: Excentricidad y Desequilibrio. Formas urbanas (1859-1936) y Desarrollo metropolitano (1936-1992)

Miguel Guerra Mirón
Reseña nº1 - Urbanismo I.

A través del estudio de la ciudad de Barcelona, mirando con especial interés la cronología y los temas propuestos, se me antoja oportuno lanzar una pequeña tesis y describir la ciudad con dos sustantivos: excentricidad y desequilibrio, y preguntarme ¿cómo afronta estos dos asuntos que la caracterizan la ciudad de Barcelona? Para conducirme a través de la argumentación utilizaré como muletas los temas tratados en varios capítulos del Atlas, y nos plantearemos una serie de preguntas: ¿Con que lógica se entienden las formas urbanas que conforman la trama de la ciudad? ¿Qué pasa con los bordes, las zonas en conflicto? ¿Cómo entendemos los (sub)urbios? ¿Cómo y por qué se produce la ocupación de las distintas periferias?

En las postrimerías del XIX y principios del XX la ciudad de Barcelona se revela como una especie de yuxtaposición o acumulación de tramas urbanas ortogonales y formas irregulares, y teniendo en cuenta las diferentes morfologías y comprendiendo su lógica podremos empezar a hablar de polaridades que después se irán acentuando a la hora de hablar de metrópolis y suburbios. Para comprender podemos intentar establecer un mapa mental de los diferentes elementos que tenemos en juego, y aparecen y determinan la partida con mayor o menor rotundidad.










Volvemos la mirada primero a las formas irregulares del centro histórico de Barcelona (comprendiendo lo que la ciudad era de hecho a mediados del XIX, la trama interior del recinto amurallado y el barrio de la Barceloneta), podemos hablar de palimpsesto, porque vemos múltiples líneas de escritura superpuesta que van determinando la configuración de la trama urbana y se aclaran en ciertos puntos con intervenciones de organización más modernas (Plaza Real, Vía Layetana). En la actualidad este centro cuenta con una población de alrededor de las 100.000 personas, pero llegó a tener entre 1930 y 1960 las 240.000, condensadas en tan solo 400 Has. Observamos la gran complejidad morfológica que caracteriza este centro y la riqueza de las situaciones y encuentros que se producen. Podemos por ejemplo salir de la angosta Boquería a la amplitud de la Rambla.








Ahora miremos el Ensanche, que se expande sobre la parte central del llano barcelonés (liberada entonces de sus servidumbres militares), iniciado y consolidado durante la segunda mitad del XIX y al que más tarde se van incorporando (según el plan) diversos municipios que se agregan a principios de siglo a la ciudad. El plan se establece como una gran retícula perfecta y otorga gran importancia (recogiendo ideas muy frescas para su tiempo y lugar) a la vialidad, higiene y soleamiento. Se establecen una serie de leyes y premisas (medidas de manzanas, infraestructuras, etc.) que se llevan a cabo en inicio en el denominado Quadrat d´Or para descuidarse posteriormente en las partes más periféricas del ensanche. Podemos mirar de soslayo a ciertas ciudades norteamericanas, evidentemente estudiadas por Cerdá, que basan su expansión precisamente en un modelo de retícula ortogonal.


Tanto el centro histórico como el Ensanche destacan rápidamente al observar Barcelona tanto a vista de pájaro como paseando por sus calles, por ser las zonas con mayor contundencia de trazado y por la calidad de algunas de las arquitecturas construidas. Y aquí podemos establecer una primera comparación o punto crítico, y es el carácter más “alegre” o “divertido” del centro histórico frente a lo “aburrido” del Ensanche, del que sin embargo debemos apreciar y elogiar la visión a largo plazo. Tenemos este ensanche “con plan” frente a otros nuevos ensanches de Barcelona con un carácter más improvisado. Aquí hemos visto algunos de los primeros desequilibrios de los que hemos hablado.


Ahora miremos las tramas residenciales de vivienda popular que van apareciendo en núcleos suburbanos del llano barcelonés y zonas cercanas, e incluso otras más alejadas de la ciudad central como Sabadell, Terrassa o Mataró, que experimentaron también un crecimiento importante al mismo tiempo. Un dato importante es que estas zonas absorbieron entre 1856 y 1953 más del 50% del crecimiento demográfico del conjunto de la región del Barcelona (migración campo-ciudad en la segunda mitad del XIX y de Aragón o Valencia en la primera mitad del XX). Por tanto son quizá las formas que veremos que mejor nos pueden explicar el crecimiento de la Barcelona metropolitana al menos hasta la mitad del siglo XX. Lo que se produce más tarde en estas zonas son sucesivas densificaciones, compactación de las formas, y, en algunos casos, intentos de organización.

También surgen a mediados del siglo XX los polígonos residenciales que van a absorber otra oleada de migraciones procedente sobre todo del sur de España. Muchos de estos polígonos fueron de promoción pública y se asientan en estructuras urbanas ya presentes como sucede por ejemplo en el sector de Saint Martí, donde se apoyan en el trazado mismo del Ensanche.

Y con estas últimas formas ya enlazamos con el desarrollo metropolitano de la ciudad, intentando reflexionar sobre las lógicas y formas de crecimiento que la ciudad central induce en su entorno periférico. En torno a esto, se ve de forma muy esclarecedora en la movilidad diaria por trabajo, la primera influencia del núcleo central sobre los crecimientos más periféricos de la ciudad.

Parece que en los últimos tiempos, los urbanistas, historiadores y otros expertos se han ocupado con particular devoción al Ensanche de Cerdá, dejando un tanto de lado otros procesos por lo menos igual de importantes como los procesos de suburbanización y la formación de la Región Metropolitana de Barcelona, un nuevo modelo territorial. Veremos que es necesario entender los procesos socioeconómicos (demografía, migraciones, industrialización de sucesivas periferias...) para comprender el cómo y el por qué de los sucesivos crecimientos. Hemos de preguntarnos acerca del tipo de crecimiento que se da hacia la periferia y acerca de los (afortunados o desafortunados) intentos de control del mismo.

Intentaremos mirar a los crecimientos periféricos de Barcelona desde diversos ámbitos que complementen su aproximación, como el diferente carácter de los municipios (burgués o proletario/industrial, por ejemplo Sarriá, que se consolida como zona de residencia burguesa y Sants con carácter más industrial), el importante papel de las líneas de los nuevos transportes colectivos, su papel definitivo a la hora de consolidar los suburbios y los diversos booms edificatorios en Barcelona (entre 1920 y 1930 y sobre todo a partir de 1950).

En cuanto a los factores sociales, el periodo más decisivo es el periodo de 1950 a 1970, que nos presenta un importante descenso de la mortalidad en la población, que ya se venía intuyendo desde 1920, y un aumento de la natalidad. Además debemos tener en cuenta la gran importancia de la migración que rejuvenece asimismo la población. En cuanto a la lógica del crecimiento que se produce, el municipio de Barcelona se estanca hacia 1960 y vemos como se acentúa el crecimiento hacia la primera corona metropolitana. Después de 1975 se produce un notable estancamiento y se estabiliza la población de la primera corona. Entonces van a adquirir nuevamente importancia los procesos migratorios que van a otorgar un mayor crecimiento relativo en el ámbito de la segunda corona metropolitana.

Hablamos ahora de polo industrial en la Región Metropolitana de Barcelona (y cuando hablamos de polo necesariamente estamos hablando de excentricidad y desequilibrio). La RMB y sus sucesivas coronas surgen y se consolidad como venimos exponiendo, por diversos factores de reconversión industrial, un desmesurado boom edificatorio... y todo esto tiene unos efectos en el viejo centro de Barcelona. Vemos que se desahoga mandando la industria hacia afuera y se reconvierte más bien hacia el sector terciario. Aquí podemos observar la frecuencia de un gran foco emisor (de activos hacia las periferias) que es el centro de la ciudad y como otras zonas contiguas a este centro y con una larga tradición de industria se convierten a su vez en focos y siguen la estela del centro (podemos seguir observando la excentricidad).

En los años posteriores a 1975 se produce una clara caída de la actividad industrial, hecho que conlleva numerosos reajustes tanto a nivel de planificación espacial como económica. En estos años crece la actividad terciaria compensando el declive de la industria y vuelve a ganar cierto vuelo el centro de la ciudad. Hacia mediados de los 80 se recupera la salud de la actividad industrial y se renuevan los ánimos de las periferias. Esto contribuye a incrementar los ya existentes desequilibrios tanto sociales como territoriales, con un centro absolutamente terciario (que no deja de ser centro, pero...) y una huída de la industria de forma cada vez más excéntrica y deslocalizada en el contexto de la Región Metropolitana. Tenemos una Barcelona desequilibrada y enormemente segmentada.

En Barcelona es de gran importancia sin duda el papel de la planificación urbana del Ensanche, pero en cuanto a la comprensión de los suburbios y periferias esto nos toca de refilón, adaptándose y escuchando sus leyes únicamente las zonas mas colindantes. Para entender esta Barcelona de la que estamos hablando podemos imaginarla como un modelo orgánico, un núcleo central, y otros pequeños núcleos en su periferia, el núcleo central lanza líneas para llegar a estos y los reactiva y reaviva con su propia energía (pero hay que pensar si es un camino de ida y vuelta o si esa energía quizás no vuelve). Cuando estos sucesivos núcleos se van colmatando aparecen otros nuevos, cada vez más excéntricos, y se lanzan nuevas líneas que los reavivan y energizan.


Entendamos que Barcelona necesitaba este desahogo, la existencia de nuevos centros, que absorbieran lo que ya no admitía el centro demasiado densificado y angustiado. Además estas nuevas zonas periféricas han acogido también gran parte de la emigración que ha llegado a la ciudad. Pero quizás Barcelona se ha desgastado otorgando su energía a estas nuevas periferias, haciendo el esfuerzo de “escupir” lo que le sobraba hacia afuera ha reforzado mucho estas zonas (que son hoy en día los lugares predilectos para vivir de muchos habitantes de Barcelona) e intenta en muchos casos una llamada para volver a reactivarse.

Referencias:
VVAA. Atlas histórico de ciudades europeas. Vol I, Península Ibérica. Barcelona. Salvat. 1994
Capel, Horacio. Barcelona-Montreal: desarrollo urbano comparado. Barcelona. Publicacions de la Universitat de Barcelona, 1998
Notas de clase

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